El invierno, cálidas esperas y tus ojos sonríendome de lejos.
Mirarte y pensarte y sonreír como una idiota.
Esas distracciones permanentes de estar siempre en mi mundo, vos en el tuyo, es increíbe que por fin alguien entendiera esas vueltas que tiene mi persna. Raro que sea vos, raro que después de tanto tiempo...
Verte caminando, llamándote por tu apellido, esa impersonalidad de la que tanto te quejaste alguna vez, de la que tanto me enamoré alguna vez.
Asumiendo roles, que tal vez ya no quería tomar. O que no quiero, quién sabe.
Las arañitas de la pared saben. Los rulitos del empapelado. La tierra de las veredas que caminamos (tantas). La escalerita.
Frotarme la nariz, vos despeinarte el pelo, olvidando cosas, dejandolas de lado para escucharnos el sonar melódico.
Y masticar.
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